martes, 17 de enero de 2012

La belleza....1ª Parte

Dice la RAE que la belleza es la propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas.
Según la RAE también, cosa es
todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta.

Las personas todavía no nos hemos puesto de acuerdo a la hora de definir la belleza, quizás porque la belleza no se puede definir. La belleza es una cualidad, un concepto, un sentimiento, la belleza es relativa, no hay un criterio universal para expresarla, para definirla, a pesar de que existen aproximaciones. Son muchos lo que consideran que la belleza es aquello que resulta agradable a los sentidos y que por consiguiente causa placer, pero no todo o que causa placer tiene porque ser bello.

Lo que está claro es que para cada individuo, para cada grupo social, para cada etnia, para cada época, existe y ha existido un modo particular y diferente de exteriorizar la belleza. Los exuberantes culos de las mujeres Hotentones, las mujeres con cuellos de jirafa, los pequeños pies atrofiados de las chinas, las mutaciones nasales, auriculares y labiales de algunas tribus africanas o americanas, las cabezas cuadradas de ciertas esculturas de Etiopía han sido y son considerados modelos de belleza para ciertos grupos de personas y en determinadas épocas históricas......

Mañana más....

miércoles, 11 de enero de 2012

Un cubo negro

Estamos hablando de un cubo, no de un cuadrado con encefalograma plano. Es un cubo negro, en el medio del universo rodeado por sus 16 aristas de un infinito espantoso. El cubo da vueltas sin rumbo ni eje, flota en el medio de la nada hacia ninguna parte lleno de aire puro y luz. El cubo pasa delante del sol a menudo, pero no se siente iluminado, pasa desapercibido, absorbe los rayos sin reflejarlos como quien come una sardina tragándose hasta la última de sus espinas. El calor que el sol desprende no tiene cabida en el interior del cubo, este calor que para otros es imprescindible pasa por las caras del cubo indiferente.

Es posible que el cubo no descienda jamás a la tierra, su fuerza cetrífuga en vez de atraerle lo desplaza lejos de su atmósfera, parece una advertencia, la tierra le oboga a huir a sabiendas que en ella no encontrará el cobijo que el cubo busca. Sin destino conocido e invisible a nuestros ojos el cubo levita y con él sus ocho esquinas, duras y tersas como el pene de un adolescente. Esquinas abocadas a curvarse ante la inmensidad del tiempo y el roce inapreciable de las partículas estelares.

Si bien es cierto el cubo tiene una valía interior sorprendente y que todavía no voy a desvelar. El cubo es necesario para que todo tome sentido. Ahora se encuentra sobre las inmensas llanuras de Mongolia impasible sobre las cabezas de los satán, esa tribu arcaica que habla con los caballos. El cubo no observa, no juzga y jamás se detiene, como mucho se cierne cuan elanio sobre nuestras cabezas cuando el aire nepalí golpea una de sus aristas y voltea sobre sí mismo, pero siempre con una precisión y belleza funambulista. Es bello y perfecto, preciso como las matemáticas y trasparente como la inteligencia, inobservable e impasible, ligero y nómada como nuestras almas.

Podría decir que de pequeño me contaron un cuento que versaba sobre un cubo, pero estaría mintiendo, así que prefiero faltar a la verdad diciendo que tengo un amigo que ya no es tal, que de pequeño me dijo que su abuelo, fallecido ya de aquella le contó un cuento sobre un cubo negro que atrapaba las almas de todos aquellos cuantos morían en la tierra sin haber realizado sus sueños realidad. Introducía dentro de sí almas frustradas e infelices, incapaces de vivir la vida que ellos soñaron un día desde sus almohadas, cuando la infancia nos ahoga con su impaciencia. La historia que os voy a contar trata de un cubo que quiso ser esfera y rodar cuesta abajo, rápido y veloz, seguro de su fuerza.

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