viernes, 21 de octubre de 2011

Sobre la cobardía y la condición humana

Me imagino que Alexander Grahan Bell o Antonio Meucci, me es indiferente, cuando crearon ese aparato tosco y arcaico, ancestro remoto de nuestro teléfono móvil, no lo hicieran con el ánimo de separar a las personas queridas, sino más bien todo lo contrario, lo crearon para unirlas.

Siempre he pensado que la tecnología hace que las personas crezcamos en inquietudes y ampliemos así conocimientos tales que nos permitan aplicar esta tecnología para conseguir alcanzar la felicidad. Bien es cierto que si nos paramos a pensar en estas dos palabras nos damos cuenta que la tecnología está al servicio de la felicidad, que esta es el fondo y de la forma se ocupa el aparato grande y pesado que descansa sobre la mesita. Al fin y al cabo las cosas importantes de la vida no se enchufan a la luz ni tienen pilas que recargar, las cosas importantes de la vida ya están descubiertas y son tan claras y tan puras que da miedo acercarse a ellas, da tanto miedo que tendemos a huir de ellas, de su pronunciación o de las personas que las representan.

Es habitual que viajando hacia el fondo nos quedemos en las formas, sin duda éstas tienen mayor número de engranajes en los que perder el tiempo pero no deberíamos olvidar que la vida no es otra cosa que el camino o el viaje hacia el fondo, hacia las palabras impronunciables, hacia un destino que solo escriben los valientes, los que mirando al abismo gritan al viento, ese viento que también castigó a sus antepasados y moldeó las piedras que hoy levantan nuestro hogar palabras como honor, respeto, amor, felicidad, familia y amistad incondicional. Solo estas palabras serán arrastradas por el tiempo. Y una vez más sólo unos pocos valientes abrirán su mente y su corazón para recibirlas, para sentir su abrigo durante la tormenta o dejarse las uñas y los años buscándolas entre la nieve, solo unos pocos lucharán hasta la muerte porque tomen sentido y na caigan en el olvido. Porque sean nuestro legado. Solo un puñado de locos se darán cuenta que las cosas importantes de la vida pasan por los ojos de quien nos mira mientras el tiempo afila nuestros pómulos. Solo unos pocos valientes se desmarcarán de esconderse tras las formas para no ver a las personas porque al fin y al cabo solo la cobardía piensa que las cosas importantes de la vida viajan a través de un cable de cobre.

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